sábado, 28 de junio de 2014

Aire de Vila-Matas



Aire de Dylan
Enrique Vila-Matas
Seix Barral
Barcelona
2012
327 pp.

El tema de la levedad es una constante en la narrativa del escritor barcelonés Enrique Vila-Matas. Tiempo atrás, en su Historia abreviada de la literatura portátil, contaba la historia de una sociedad secreta cuyos miembros tuviesen como requisito que sus obras fuesen ligeras, de poco peso, y que cupiesen en un maletín. En Bartleby & Co., un escritor, consciente de que la literatura ya no puede decir nada nuevo, decide dedicarse a la no-escritura. Ahora, en Aire de Dylan, Vila-Matas recupera el tema mostrando a un grupo de artistas que se apoyan, como Oblomov, en la pereza; una brisa, un ligero movimiento de aire, en la búsqueda de un arte que pueda fracasar antes incluso de haber sido creado.

El novelista narra la historia de Vilnius, hijo del difunto Juan Lancastre. El joven, que recopila datos en su Archivo General del Fracaso, prepara una película que él mismo concibe como irrealizable. Cuando acude a un congreso literario sobre el fracaso, lee un relato sobre la tragedia de los días anteriores, marcada por el fallecimiento de su padre, que se aparece, como ya había hecho el padre de Hamlet, a su hijo. Vilnius iniciará una búsqueda de la identidad de su padre y, por extensión, de la suya propia.

Reaparecen, como ya indicaba, temas propios de la narrativa de Enrique Vila-Matas: la levedad de la creación artística, el escritor que se dedica a la no-escritura, los clubes o sociedades secretas... Podría parecer, por lo tanto, que Vila-Matas corre el riesgo de repetirse; ahora bien, el camino que ha decidido seguir con esta novela lo impide. El motivo principal es que se aparta ligeramente del enfoque narrativo que había seguido en sus últimas novelas, optando aquí por una narración, diríamos, más tradicional, dando mayor importancia a la trama que en obras anteriores, consiguiendo uno de sus libros más novelescos. Sin embargo, como es habitual en Vila-Matas, el aparato reflexivo, metanarrativo, sigue siendo el más importante; y encontraremos partes de la novela en que el interés por la trama parece desinflarse —algo que no ocurrió, por ejemplo, en la espléndida Dublinesca—, dando como resultado un argumento que sufre de altibajos.

Más atinado se muestra Vila-Matas en el contenido metaliterario: como es costumbre en él, consigue transmitir sus reflexiones a través de una prosa limpia, aséptica, de muy fácil acceso —no sólo para los que ya han accedido a su obra—, que huye de toda carga retórica y todo contenido excesivamente sublime. Ahí radica el principal atractivo de la novela: a través de una trama sencilla, que podría parecer un divertimento del autor, armado con su humor e ironía de siempre, accedemos sin dificultades al mundo literario de Enrique Vila-Matas.



Ese mundo aquí representado, en este Aire de Dylan, llama la atención por la ruptura de las barreras que separan las distintas disciplinas artísticas: literatura, cine, teatro y música se unen creando el mundo de ficción al que se liga de forma permanente la vida. Los personajes, habiendo perdido sus identidades, buscarán sus sucesivos «yoes» —recordemos a Montaigne— y su razón de ser en la creación artística. Y es aquí donde encontraremos el principal atractivo de la novela y el gran acierto de Vila-Matas: los principales personajes de la obra representan los diferentes «yoes» del escritor, y, como el escritor es la obra y la obra es el escritor, representan también las facetas de su creación narrativa. Lo que Enrique Vila-Matas hace en Aire de Dylan, desde la distancia de los años y la madurez, es diseccionar sus novelas y a sí mismo, mostrándose crítico cuando hace falta, y reflexionando sobre los temas que son la base de su narrativa.

En definitiva, nos encontramos ante una obra de madurez, con un Vila-Matas reflexivo, autocrítico, que utiliza sus herramientas narrativas con seguridad. Una prosa sencilla pero cuidada, una estructura con piezas bien soldadas. Porque el aire de Dylan es el aire de Vila-Matas: un soplo cambiante que se aleja de toda solemnidad.

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